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¡HOLA! Soy Diego Puertas, un joven muy curioso, estudiante, emprendedor, inversor y quizás también un poco “cuñao”, no lo niego…🙃
“Donde comienza el Estado, termina la libertad del individuo, y viceversa”. - Mijaíl Bakunin
La Guerra Fría entre el socialismo soviético y el capitalismo del mundo occidental terminó con una victoria decisiva para este último. Cuando el comunismo se derrumbó, los políticos e intelectuales de todas las tendencias llegaron a un veredicto similar: “El capitalismo liberal democrático era el único juego en la ciudad”.
"No hay alternativa". - Margaret Thatcher
Esa visión de “no hay alternativa” ha sido cuestionada cada vez más, desde el colapso financiero de 2008. En la última década, socialistas democráticos como Bernie Sanders, han cogido relevancia hasta ser uno de los principales candidatos para liderar al Partido Demócrata en las elecciones presidenciales de 2020. En Amazon, libros con títulos como “Communism for Kids” suben en las listas de los más vendidos. Parece que vuelve a estar de moda la idea de que el Estado puede y debe desempeñar un papel en la vida económica de nuestras sociedades.
Todo eso, habría preocupado a Milton Friedman, uno de los economistas del siglo XX más estrechamente asociados con el argumento de que la libertad económica es el único garante de la libertad política. Como él lo vio, el camino al infierno realmente está pavimentado con buenas intenciones. Lo que comienza como una promesa para corregir los desequilibrios del mercado termina ayudando a los monopolios, socavando los niveles de vida y, paradójicamente, aumentando la desigualdad.
¿Tenía razón? Eso es algo que tendrás que decidir por ti mismo mientras lees este artículo. Si el tema te interesa, te recomiendo que leas su libro: Capitalismo y Libertad. Los siguientes puntos tratados, están extraídos de ahí.
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La libertad económica y política van de la mano.
La economía y la política a menudo se enseñan como materias separadas en la escuela. Por lo general, aprendemos que la economía se trata del bienestar material, mientras que la política se trata de la libertad individual. Siguiendo ambos enfoques hasta su conclusión lógica, cualquier sistema político podría combinarse con cualquier sistema económico.
Pero eso es un error.
En realidad, no se podría mezclar la economía socialista dirigida por el estado de la Unión Soviética con las libertades políticas individuales de los EEUU, para crear esa especie de sociedad "socialista democrática".
¿Por qué no? Bueno, las libertades económicas y políticas son en realidad interdependientes y, si restringes las primeras, también limitarías las segundas.
Imagina, un hipotético turista británico después de la Segunda Guerra Mundial, que decidido tomar unas vacaciones en los EEUU. Mientras reserva su viaje, se da cuenta de que no puede pagar el viaje, porque los controles de capital del gobierno significan que la libra esterlina está infravalorada en relación con el dólar. Ahora compara eso con el caso de una ciudadana estadounidense a la que no se le permite visitar la Unión Soviética porque tiene puntos de vista pro-capitalistas.
Sea por culpa de la economía o de la política, el resultado es el mismo, se impide que los individuos persigan libremente sus propios sueños y destinos.
Esto significa que se necesita un sistema que garantice las libertades económicas y políticas necesarias para prosperar. Ese sistema se llama capitalismo de libre mercado.
El punto más importante, es que el papel del gobierno en esta sociedad ideal está estrictamente limitado. Su propósito es garantizar la ley y el orden básicos, en lugar de infringir nuestras libertades individuales. Piensa en ello como establecer las reglas del juego. Comprar y vender es una libertad económica básica, y tenemos la libertad de usarla como nos plazca. El gobierno, por otro lado, tiene un solo trabajo, hacer cumplir los derechos de propiedad de los individuos y protegerlos contra el robo y la extorsión.
Cuando los gobiernos se limitan a este rol, el libre mercado puede encargarse del resto.
Keynes y el aumento del gasto público.
Probablemente has escuchado a los políticos argumentar que el gobierno debe intervenir en la economía para garantizar que funcione correctamente. Es posible que también te hayas topado con la noción de que el capitalismo de libre mercado es intrínsecamente inestable y provoca crisis financieras. Ambas ideas son populares entre los defensores del gran gobierno, pero tienen sus raíces en una mala economía.
Para entender por qué, tenemos que mirar de dónde vienen. A raíz de la Gran Depresión, surgió un nuevo consenso. Los economistas comenzaron a argumentar que impulsar el gasto público con miras a corregir las contracciones del mercado era la mejor manera de promover la estabilidad. En su forma más básica, esto se reduce a una teoría promovida por el economista británico John Maynard Keynes de que cada dólar de gasto público crea otro dólar de mayor riqueza para los particulares.
Eso se conoce como la rueda de equilibrio keynesiana del gasto público. Simplemente, tiene un problema, no funciona de la forma en que se supone que debe hacerlo. Según los keynesianos, cuando el gasto privado disminuye, el gobierno debe intervenir y hacer su propio gasto para mantener el equilibrio económico. Sin embargo, en el mundo real, estos programas inevitablemente tardan demasiado en implementarse y conducen a consecuencias no deseadas.
La teoría simplemente no es capaz de crear las condiciones para su propio éxito. Tomemos el argumento de que el gasto del gobierno aumenta el gasto de los individuos. El comportamiento de grandes grupos de personas es tan complejo que es imposible pronosticar con precisión sus acciones. Mientras tanto, la evidencia de la Gran Depresión sugiere que muchas personas respondieron a tales políticas ahorrando en lugar de gastar dinero.
El gobierno debería desempeñar un papel mucho más restringido en la política monetaria que el que tiene actualmente.
El gasto no es la única forma en que los gobiernos intervienen en los mercados, también existe la política monetaria. El resultado, sin embargo, es el mismo, cuanto más intervengan los gobiernos en la vida económica, peores serán los resultados.
Tomemos como ejemplo la Gran Depresión. La gravedad de la crisis se vio amplificada por la mala gestión del suministro de dinero por parte del gobierno a través de la Reserva Federal, el banco central de EEUU entre julio de 1929 y marzo de 1933, redujo la oferta monetaria un tercio. La Reserva Federal, decidió activamente no hacer nada. Entonces, ese error transformó lo que habría sido una contracción menor en una crisis en toda regla.
¿Qué debería haber hecho la Reserva Federal?
Si se hubiera apegado a un papel mucho más específico y definido cómo simplemente mantener la oferta monetaria, la Depresión no habría sido tan severa. En cambio, los ingresos se redujeron a la mitad y los precios se desplomaron más del 30% entre 1929 y 1933.
Eso significa que es vital restringir el papel de la Reserva Federal en el futuro para evitar que se repitan tales crisis. En lugar de dar a un pequeño número de papel del gobierno central en la vida económica debería limitarse a expandir la oferta monetaria en una cantidad fija y predecible cada año.
Eso evitaría la interferencia gubernamental en los mercados y restringiría los préstamos e inversiones estatales, eliminando así la inestabilidad causada por la intervención del gobierno en la economía. Un objetivo razonable sería una expansión anual del 3 al 5 por ciento, una cantidad pequeña pero positiva en última instancia que debería fijarse de forma permanente.
El gobierno debe tener papel en la educación, pero limitado.
La mayoría de la gente está de acuerdo en que los gobiernos tienen un papel legítimo que desempeñar en la educación. La educación estatal brinda a la sociedad una fuerza laboral productiva, pero los gobiernos deben modificar su enfoque a la educación posterior al K-12 (primeria y secundaria) .
¿Por qué? Bueno, ahí es donde entra en juego el efecto vecindario.
El efecto vecindario es una forma de describir cómo las acciones individuales afectan a otras personas, independientemente de si han dado su consentimiento o no. Esto puede ser positivo o negativo.
En el caso de la escolarización K-12, el efecto de vecindario es claro, una sociedad educada beneficia a todos mucho más que vivir en una sociedad sin educación. Si la gente no supiera leer o escribir, la vida social tal como la conocemos se derrumbaría.
Sin embargo, una vez que avanzas más allá del último año de la escuela secundaria, la educación se vuelve mucho más específica y el efecto de vecindario ya no se aplica. En ese momento, el gobierno debería dejar de desempeñar un papel activo en la educación. Si, por ejemplo, alguien recibe un doctorado en un tema como la física de partículas, ya no está claro que esto beneficie directamente a la sociedad de la misma manera que lo hace la alfabetización básica. De hecho, ayuda principalmente al titular individual del título. Es difícil justificar por qué el gobierno debería gravar a todos para financiar tales programas educativos.
Dicho esto, los gobiernos también deben reformar la forma en que cubren los costos de la educación K-12. Actualmente, los niños se ven obligados a asistir a escuelas locales que se mantienen y administran con fondos recaudados mediante impuestos directos. Una mejor manera de hacer las cosas sería crear un sistema de cupones en el que cada familia reciba una cantidad asignada de dinero por niño que podría usar para pagar la escuela de su elección.
Esto obligaría a las escuelas a competir entre sí en el mercado en lugar de depender de los subsidios del gobierno. Eso no solo mejoraría la eficiencia y reduciría los costos, sino que también crearía mejores planes de estudios. Actualmente, los gobiernos determinan lo que aprenden los niños, y aunque hay mucho consenso sobre lo que los niños pequeños deben aprender, no está tan claro lo que los adolescentes deben estudiar.
En un sistema de mercado, esto estaría determinado por las necesidades de las comunidades. Las escuelas con los planes de estudios más adecuados atraerían a más estudiantes y, por lo tanto, establecerían un nuevo estándar de mercado, que luego seguirían otras escuelas.
La creación de monopolios innecesarios.
Los monopolios surgen cuando las empresas obtienen tanto control sobre un producto o servicio determinado que pueden determinar el precio al que se vende en lugar del mercado. Eso convierte a los monopolios en el enemigo de la libertad económica. ¿Cómo surgen estos monopolios?
La raíz del problema, es la ausencia de competencia en los mercados. Sin embargo en una economía capitalista de libre mercado, la "competencia" no se trata del deseo de vencer a los oponentes o expulsarlos del mercado. Más bien, se trata del número de alternativas en la vida económica. Una economía sana y competitiva es aquella en la que los individuos tienen numerosas opciones sobre qué bienes y servicios desean intercambiar voluntariamente.
Los monopolios generalmente surgen en una de dos maneras.
En primer lugar, existen monopolios causados por limitaciones técnicas. Esto cubre situaciones en las que tener múltiples empresas en un sector es simplemente poco práctico. Algunos ejemplos son los servicios de agua o electricidad. Simplemente no es factible que las empresas competidoras tiendan sus propias tuberías o cables debajo de cada ciudad.
Estos monopolios pueden ser inevitables, pero eso no significa que deban ser administrados por el gobierno. De hecho, es mejor si son administrados por empresas del sector privado no reguladas. Eso se debe a que los monopolios gubernamentales son mucho menos responsables cuando no siguen las reglas.
En segundo lugar, existe la asistencia gubernamental distorsionadora, como por ejemplo los aranceles. Cojamos el ejemplo de las tarifas de acero, si un gobierno establece un arancel sobre las importaciones extranjeras de acero, elimina la competencia en la industria siderúrgica en su conjunto. Eso crea las condiciones perfectas para que se desarrollen los monopolios.
La desigualdad y el bienestar social.
En las sociedades del pasado, las personas nacían en una clase o casta que determinaba qué tipo de trabajo podían hacer. Eso significaba que era prácticamente imposible ganar grandes cantidades de dinero. La sociedad capitalista es diferente. Cualquiera puede hacer cualquier trabajo que le plazca. Como resultado, las personas tienen acceso a ingresos potenciales mucho más altos. Esto crea las condiciones para la movilidad social y una gran cantidad de oportunidades, características únicas de las sociedades capitalistas.
Sin embargo, si las personas van a ser verdaderamente libres cuando se trata de elegir sus ocupaciones y destinos, el gobierno debe dejar de vigilar y redistribuir los ingresos. Después de todo, hay una buena razón por la cual algunos trabajos son mejor recompensados que otros. Las personas que trabajan en trabajos difíciles o poco atractivos merecen que se les pague más que las que ocupan puestos más cómodos. Si el gobierno regulara los ingresos, menos personas querrán hacer estos trabajos difíciles, lo que provocará escasez de mano de obra en algunos sectores.
Entonces, ¿Cuál sería la alternativa a tal intervención? Un buen comienzo sería abolir el impuesto sobre la renta progresivo y reemplazarlo con un sistema de tasa única. La redistribución de la riqueza a través de impuestos progresivos está diseñado para reducir la desigualdad de ingresos y los niveles de vida desiguales. Sin embargo, aquí está el problema, se basa en un malentendido de “igualdad”.
La redistribución de ingresos solo afecta la igualdad de resultados, es decir, el tamaño de su cheque de pago. Una sociedad genuinamente libre, por el contrario, enfatiza la igualdad de oportunidades, o nuestra misma capacidad para hacer algo de nosotros mismos a través del trabajo duro. La redistribución privilegia a un grupo social, en este caso, el menos favorecido, sobre los demás y conduce a la desigualdad de oportunidades. El segundo resultado de una política de este tipo es que desincentiva a las personas que trabajan en trabajos difíciles y bien remunerados, lo que socava la innovación.
Un sistema de tarifa plana acabaría con estos problemas. Todos pagarían una parte fija de sus ingresos al gobierno. Eso no solo corregiría las desigualdades de oportunidades, sino que probablemente aumentaría los ingresos del gobierno, ya que eliminaría el complicado sistema de lagunas típicas de los códigos progresivos de impuestos sobre la renta.
Los programas de bienestar social invariablemente pretenden reducir la desigualdad. Una y otra vez, sin embargo, fallan en sus objetivos declarados y en realidad terminan haciendo que la sociedad sea menos igualitaria.
Tomemos como ejemplo la vivienda pública. Dirigidos por una burocracia ineficiente en lugar de las fuerzas del mercado que maximizan la eficiencia, los programas de vivienda pública no solo reducen la oferta general de viviendas, sino que también limitan a las personas pobres a una pequeña cantidad de vecindarios peligrosos.
Pero eso no es lo peor. Las políticas de seguridad social que obligan a las personas a pagar un seguro de vejez durante toda su vida son aún más dañinas. ¿Por qué? En primer lugar, es esencialmente un impuesto redistributivo, ya que las personas ricas contribuirán más en términos absolutos a lo largo de sus vidas. En segundo lugar, es extremadamente paternalista en su suposición de que no se puede confiar en que las personas ahorren suficiente dinero para la jubilación por su cuenta.
Ambos factores hacen que tales políticas sean inaceptables para los capitalistas amantes de la libertad. Los adultos racionales no deben ser tratados como niños que no pueden cuidar de sus intereses.
Eso significa que es hora de que los gobiernos eliminen estos ineficientes programas de asistencia social financiados por los contribuyentes. Deben ser reemplazados por un impuesto sobre la renta negativo para ayudar a reducir la carga sobre los miembros más pobres de la sociedad.
Así es como funcionaría. Se abolirían todos los planes de bienestar del gobierno. Cualquiera que no lograra ganar un nivel mínimo de ingresos recibiría un pago directo en efectivo del gobierno. Esto aliviaría la pobreza de la manera más eficiente posible, ya que simplificaría el gobierno y eliminaría la necesidad de costosos departamentos burocráticos para supervisar los programas de bienestar. Mientras tanto, los contribuyentes no tendrían que pagar tanto de sus ingresos al sistema, aumentando así la circulación productiva de dinero en la economía.
También es importante recordar que hacer retroceder al estado no dejaría un vacío, después de todo, hay organizaciones benéficas y filántropos. De hecho, las organizaciones benéficas de gestión privada sujetas a las presiones del mercado suelen ser mucho más eficaces y ágiles en la prestación de ayuda que los departamentos gubernamentales lentos e ineficientes.
Lo que es más importante, permitir que las personas elijan cómo gastar su exceso de ingresos preservaría su libertad individual, algo que los sistemas igualitarios y progresivos de impuestos sobre la renta simplemente no pueden hacer.
Reflexión final.
Vosotros, los lectores de esta Newsletter, sabéis que una de mis “leyes” de vida es la de escuchar y entender todas las opiniones para poder crear un juicio crítico sobre las situaciones. Al igual que recientemente hablamos sobre la suerte y la importancia que tiene en el éxito económico, hoy hablamos desde una perspectiva más individualista y liberal.
Está bien no confiar en ninguna de las dos al 100%, conocer y comprender todo tipo de filosofías es clave para poder desarrollar la nuestra propia.
El texto clásico que se ha explicado en el artículo, es de Milton Friedman, y está enfocado en que la libertad económica y política está demasiado obsesionada con lograr la “igualdad”, algo que está socavando la libertad y que tampoco es que digamos que haya logrado la igualdad.
Los costosos y engorrosos intentos gubernamentales de intervenir en la economía y la redistribución de recursos, argumenta, no solo son un desperdicio extraordinario, sino que también conducen a todo tipo de resultados no deseados.
Según Friedman, para lograr mejores resultados como la estabilidad económica, la libertad individual y mayor protección a los desfavorecidos, restringir al estado y dar a la gente más opciones es clave.
Estoy en parte de acuerdo con él, hay un montón de ineficiencias que se deberían resolver si lo que queremos realmente es lograr que la libertad de los individuos aumente y que los más desfavorecidos tangan mayores oportunidades de desarrollo.
Pero como siempre, con muchos matices. Lee, reflexiona y se capaz de sacar tu propio juicio personal.
¡MUCHAS GRACIAS!
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